Año 742. Día Sexto de la Quinta Luna.
Por fin el Capitán Dolland ha determinado que todo esta listo para la partida. Aunque no está muy satisfecho con los hombre que ha conseguido enrolar en la expedición, no podemos demorarla más. Tenemos los suministros y las primeras pagas han sido distribuidas. Eso hora de empezar en nuestra exploración más allá de las fronteras de Aldien.
Debo decir que me alegro y que he llegado a aborrecer Último Refugio en estas interminables semanas de esperas. Los hombres que guardan esta frontera son lúgubres y sombríos. Obsesionados con la luz y con mantener vivo el fuego de las hogueras que rodea el fuerte. Hombres fronterizos, temerosos de la oscuridad y obligados a mantener una fuerte contra su deseo. Soy afortunado de abandonar su compañía.
Año 742. Día Duodécimo de la Quinta Luna
Al fin tengo tiempo para continuar con mi diario. Cinco días de viaje han bastado para que añore Último Refugio como si fuese un hogar cálido y amable. Esperaba que este viaje fuese duro pero no tanto. Tras abandonar el fuerte y la línea de grandes hogueras que marca las Tierras del Ocaso gobernadas por el Conde Olven, seguimos el Desfiladero de las Sombras hasta su límite. Apenas a dos días de marcha esa senda finaliza y comenzamos a atravesar las tierras salvajes. Estas montañas están llenas de valles profundos y oscuros recovecos que impiden la orientación. No hay camino y en ocasiones nos hemos encontrado en valles sin salida o hemos pasado por el mismo sitio varias veces. Tras cada valle aparece otro y tras cada cota alcanzada con esfuerzo, se abren mil caminos oscuros. Sólo la determinación y pericia de nuestro Capitán parece llevarnos por el camino correcto.
Año 742. Día Décimo Quinto de la Quinta Luna
Una rápida reseña. Hace varios días nos encontramos con los primeros signos de civilización. Se trataba de hitos de piedra desperdigados en el bosque. Parecían tumbas o signos funerarios. Nadie supo descifrar el idioma en el que venían expresados ya que los caracteres eran distintos a los nuestros. Tampoco somos un grupo de eruditos. Alguien comentó que parecían runas. Quién sabe.
Lo importante es que hoy nos encontramos con la primera gran construcción. Era, sin duda, una cripta, aunque hace ya tiempo que había sido abierta y probablemente saqueada. La entrada era imposible puesto que se había derrumbado. Parecía excavada en la roca. Este hallazgo ha levantado el ánimo de la tropa, pero me he fijado que el Capitán ha ordenado establecer el campamento alejado de la construcción y ha insistido en el establecimiento de guardias y fuego continuo.
Año 742. Día Décimo Octavo de la Quinta Luna
Ayer nos enfrentamos a la Muerte que Camina. Advertidos ya en Último Refugio de que esas tierras estaban regidas por las energías nigrománticas, fuimos testigos de las primeras criaturas de este tipo que se alzaron contra nosotros. Como sospechaba, surgieron de una de cripta similar a la que nos encontramos hace días. Debatíamos si entrar o no en su interior, ya que parecía en mejores condiciones cuando surgieron de sus entrañas. Apenas eran huesos con armaduras herrumbrosas y armas ya oxidadas, pero recordaban a soldados en otra vida. La determinación de la muerte les impulsaba más allá de la razón y nos atacaron. El combate fue muy duro ya que estas criaturas no se rinden jamás. Por fortuna pudimos destruirlas y no lamentamos pérdidas más allá de las heridas. Nos retiramos y decidimos que aquella cripta podía quedarse al margen de nuestro viaje.
Año 742. Día Vigésimo Primero de la Quinta Luna
Escribo unas rápidas líneas, apenas sin tiempo. Desde nuestro encuentro con los no-muertos en la cripta, no han cejado en su empeño en perseguirnos, como si el mero hecho de estar vivos en estas colinas y valles fríos, suponga una afrenta para ellos. Vivimos en un estado de guerra permanente frente lo que parecen restos de grandes ejércitos. Vayamos dónde vayamos acabamos confrontándolos, no sólo esqueletos o zombies, también espectros, fantasmas y otras criaturas de pesadilla difíciles de catalogar. Noche y día, nos abrimos paso en este infierno. El Capitán nos guía en combate y ha afirmado que cada vez hay más símbolos de civilización. Caminos transitables, criptas y túmulos con cierto mantenimiento, los restos de una hoguera. Esperamos que tenga razón.
Año 742. Día Cuarto de la Sexta Luna
Al fin la fortuna nos sonríe. Siguiendo la mano firme del Capitán, ignorando las pérdidas en combate, sin tiempo para llorar a los muertos y aprendiendo los extraños patrones territoriales de estas criaturas, hemos encontrado la civilización en estas tierras gobernadas por la Muerte en Vida. Nos han acogido en una pequeña población que hemos encontrado por fortuna escondida en un risco. Una villa con casas de piedra, habitada en su mayoría por niños, viejos y mujeres. Todos vestidos de luto, todos hostiles, todos sombríos. Pero vivos a fin de cuenta. Los hombre han llamado a este lugar Sepultura.
Año 742. Día Quinto de la Sexta Luna
Tras reponernos en la primera noche sin sobresaltos tras un mes de infortunios, hemos sido invitados por el sacerdote que parece que gobierna este lugar. Sepultura. Hemos sido conducidos a su templo, temerosos de qué podría hacer esta gente con nosotros, pero los temores han quedado aparcados. El hombre, de aspecto sencillo y bonachón, nos habló en lenguaje Común de Aldien que afirmó haber aprendido hace años en su templo original. Su nombre era Herihor y nos explicó todo lo que ocurría en aquellas tierras. Procedo a detallar su relato.
El relato de Herihor
Según afirmó el sacerdote, nos encontrábamos en las Montañas Tumularias del antiguo y venerable Imperio de Yemyra. Un Imperio muerto como el mismo Herihor nos descubrió. En Yemyra se veneraba a los guerreros y la tradición establecía que cualquiera que hubiese servido al Imperio con sus armas y con honor, tenía el privilegio de ser sepultado en las sagradas Montañas Tumularias. El sacerdote nos confirmó que los habitantes de aquel lugar eran los encargados de velar por la integridad de las tumbas, por su mantenimiento y por evitar saqueos, ya que los guerreros eran enterrados con todas sus posesiones. La tradición dictaba que cuando los soldados de un ejército o al servicio de un gran señor también fallecían, eran enterrados en la misma cripta, de manera que pasaban la eternidad juntos.
Pero Herihor dejó claro que las cosas habían cambiado. Yemyra se enfrento a una nación enemiga, gobernada por las artes oscuras y por poderosos nigromantes. Fruto de ese enfrentamiento el Imperio fue maldito y la Muerte en Vida se apoderó poco a poco de él. Herihor nos dijo que entonces el papel de los habitantes de las Montañas Tumularias había cambiado y su nueva misión comprendía acabar con la plaga. Pero la maldición se fue haciendo más y más fuerte hasta hacerse incontrolable.
El sacerdote también nos relató como un gran héroe llamado Smenker salvó a Yemyra de la invasión de los ejércitos nigromantes y los detuvo sacrificando su vida en una lejana ciudad costera llamada. Netyer. En Netyer también murió Yemyra como imperio a pesar de ser una gran victoria. La guerra contra sus enemigos acabó con su fortaleza y el último gran acto del Emperador fue otorgar a Smenker y sus hombres el honor de ser enterrados en las Montañas Tumularias. Tras esto, el Imperio se rompió, dividido entre hombres ambiciosos que querían el trono y por la plaga de la no-muerto, que aisló a todas las poblaciones. Herihor nos dijo que hay grandes instituciones, como los Sacerdotes de la Muerte (la suya) que continúan con sus votos, pero que Yemyra se ha disuelto en pequeñas ciudades y reinos que combaten contra la oscuridad a su manera.
Al final de su relato Herihor nos dejó claro que los hombres de las Montañas Tumularias seguían con su labor, sobre todo evitando que los no-muertos abandonasen sus criptas y cazando a saqueadores de tumbas que los hacían salir y extendían la plaga. Por ese motivo apenas había varones en la ciudad, aunque insinuó que sabía de nuestra llegada desde hacía días y que permitió nuestro refugio porque en verdad no habíamos profanado ninguna tumba.
Año 742. Día Sexto de la Sexta Luna
Hoy hemos debatido qué hacer. Muchos hombres, entre los que me encuentro, abogaban por recuperanos, volver a Aldien y conseguir más recursos para asaltar esas tumbas que habíamos localizado y hacernos con sus tesoros. Otros querían hacerlo ya, sin esperar, creyendo que la amenaza de Herihor había sido un farol.
El Capitán Dolland, alzó la voz y pudimos ver su mirada febril. "La tumba de Smenker puede ser el mayor tesoro de estas tierras desde que Olven mató al Gusano del Bastión. No volveremos a Aldien a contarlo para quedarnos sin él. No malgastaremos nuestras energías en tesoros menores. La tumba de Smenker, es nuestro objetivo".
Aquel hombre, que durante toda su vida había sido un soldado de fortuna, estaba ante su gran presa y no la iba a soltar. No le costó convencer a sus hombres.
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