Para Georg Schmidt, Magister de la Gran Necrópolis
Estimado primo,
Ni en mis más desbocadas fantasías pude soñar con encontrarme en una situación tan ventajosa como la actual. Tras la "invitación" de nuestro querido Burgomaestre a abandonar el gobierno de nuestra hermosa ciudad y su "sugerencia" de cruzar el Río de la Sangre, pensé que mi vida estaba acabada. Pero hete aquí que la fortuna me ha vuelto a sonreír y he vuelto a medrar en la vida.
No me malinterpretes, las Tierras del Ocaso son un lugar extremo, duro y provisto de cualquier hospitalidad. Ese lugar donde a priori una espada y un escudo valen más que una pluma y la retórica. Pero también es una tierra de oportunidades esperadas, donde cualquiera lo suficientemente hábil, valiente y afortunado puede labrarse un nuevo destino.
El claro ejemplo es el Conde Olven, quien hace apenas diez años era poco más que un paria para nosotros y hoy no sólo ha recuperado su cargo nobiliario, sino que gobierna estas tierras con pericia y astucia. Olven, al contrario de lo que harían otros señores de nuestro amado reino, no me despreció por mi condición de repudiado y por mis "antecedente". Todo lo contrario, buscó un lugar donde fuese de máximo beneficio para sus intereses. Y los del reino.
Te escribo desde La Puerta del Bosque, actualmente la frontera más occidental del reino de Aldien. En esa ciudad mi obligación es servir al señor local como diplomático. Ni te imaginas las maravillas a las que me enfrento a diario. El Bosque Anciano, que se extiende ante nosotros, alberga una miriada de civilizaciones antiguas que arden en deseos de mantener contactos comerciales y políticos con nosotros. Desde olvidadas ciudades de humanos, a todo tipo de criaturas faéricas que han formado una civilización viva y pujante: faunos, centauros.... Sin olvidarnos de los elfos.
Los elfos que habitan en este bosque no tienen nada que ver con los que tratábamos en nuestra ciudad. No están obsesionados con el linaje, la pureza de la sangre y su superioridad. O la menos no lo están todos. Hemos encontrado una docena de facciones élficas, cada una con sus intereses. E incluso he detectado rivalidades o incluso enemistades entre ellas. Es como si viviésemos mil años atrás, con los Antiguos entre nosotros.
Disculpa por mis divagaciones, pero quería dejarte claro mi situación actual y las posibilidades de conlleva. Y también prepararte para lo que he descubierto. Como te decía, entre el centenar de embajadores y nuevas gentes que he conocido, algunos son elfos. En particular me gustaría hablarte de un contador de historias llamado Oran Jatar.
Jatar es lo que conmunmente conocemos como un bardo. Al parecer se dedicaba a viajar por los dominios de estas civilizaciones élficas en busca de nuevas historias. Ahora vive entre nosotros los humanos, deleitándose de nuestro modo de vida despreocupado y al límite, como el bien dice. Oran Jatar se ha convertido en una gran fuente de información porque no sólo sabe de mitos e historias, sino que conoce a la perfección todos los hilos que mueven esta maravillosa parte del mundo.
Pero lo que te voy a relatar, lo que creo que despertará tu interés, es una de sus historias. En uno de nuestros encuentros, la conversación nos llevó a las tierras más allá de las Tierras del Ocaso, de nuestro reino. Los territorios que Olven no se atrevió a conquistar. En aquella ocasión Jatar me habló de un antiguo reino humano al norte. Más que un reino era un Imperio. El Imperio de Yemyira.
Jatar me explicó que los humanos de Yemyra vivían por y para el honor. Gobernados por una casta de guerreros, mantenían grandes ejércitos que estaban en un contínuo estado de guerra entre ellos, pero nunca sin destruirse. El motivo era sencillo, no sólo estaban amenazados por el sur por las posibles expansiones de los elfos y de los bárbaros humanos. Tenían un enemigo más poderoso: La Muerte en Vida.
Al parecer Yemyra se enfrentaba a un reino allende los mares cuyo nombre nunca se ha registrado e incluso ha sido olvidado por los elfos. Aquel reino estaba gobernado por nigromantes y por fuerzas oscuras y, por algún motivo, su objetivo era destruir este Imperio. Jatar tenía la teoría de que parte de las fuerzas de los nigromantes habían sido en su tiempo gobernantes y guerreros de Yemyra, que ahora volvían de la muerte para intentar hacerse con su antiguo reino.
En todo caso estas tierras se defendían con determinación, honor y mucho sacrificio. El bardo me habló de estirpes de héroes, de grandes señores y de grandes sacrificios. Pero La Muerte en Vida siempre volvía. Así que los humanos tuvieron que acogerse a los dioses. Más allá de la su determinación y su militarismo, la gran baza de Yemyra para sobrevivir era un artefacto mágico: una maza con poderes para acabar con los no-muertos. Los humanos la llamaron el Puño de Elorael, ya que pensaban que era una artefacto que pertenecía a este Antiguo.
La historia tiene un final triste. El Imperio perdió el arma y no pudo contener a sus enemigos. Finalmente sus ejércitos se sacrificaron en una batalla final liderados por un último gran héroe y salvaron lo que pudieron, pero su civilización de extinguió.
Primo, se que confías en mis habilidades para discernir entre la verdad y la mentira, para ver más allá de las palabras. Fue la manera en que Oran Jatar narró como los humanos "perdieron" el arma lo que me abrió los ojos. Estoy seguro. Qué digo. Puedo jurar por mis ancestros que los elfos les quitaron el Puño de Elorael de alguna manera. Y más aún. Se que Jatar sabe algo de su paradero.
¿Te imaginas el beneficio de ese artefacto para tí y para nuestra familia? Se que gran parte de los temores que acechan tu cargo residen en la posibilidad de que los nigromantes ataquen la ciudad y nuestra sacrosanta necrópolis. Imagínate tener tal poder en nuestras manos, el poder de los dioses. La perdición de los no-muertos.
Te debo no una vida, sino cientos. Y si esto en La Puerta del Bosque es gracias a tu mediación. Y si he llegado a ser lo que soy, es gracias a tu protección, tus consejos y tu amistad. Se que te he causado miles de problemas pero también se que puedo ayudarte. Una sola palabra tuya y buscaré el Puño de Elorael. Con oro y los hombres adecuados todo es posible.
Medítalo a fondo primo. El destino ha puesto en nuestras manos el futuro de la familia y nos ha dado la llave para conseguirlo.
Afectuosamente, tu primo
Haider Schmitch.
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