El ambiente en la pequeña playa pedregosa era tenso. Todo el grupo miraba con aprensión los cadáveres que habían encontrado al fondo de la caverna que el Río de la Sangre había ido abriendo a lo largo de los siglos. Eran dos y parecían ser asesinados, no por criaturas demoníacas, sino por armas mundanas. Buscaban demonios y unos cadáveres no eran un preludio tranquilizador.
"Son esclavistas", masculló Kender, "del norte, de Puerto Ahorcado", comentó señalando los tatuajes de ambos hombres muertos.
Las miradas se dirigieron al fondo de la cueva. En silencio Kender se puso la capa élfica y se introdujo en la oscuridad, seguido de Ashur, Imradihl, Grisnakh y Bunk, la última incorporación al grupo. Un guerrero vagabundo pero que portaba una espada afilada y buena armadura y escudo. Bien valía repartir el botín y asegurarse alguien que mantuviese al enemigo a raya.
No tardaron en mucho en encontrar lo que buscaban, un pequeño barco mercante, no mayor que una coca, varado en el pedregal dentro de la gruta. El casco tenía un gran boquete fruto del naufragio, pero aparte de eso no parecía que había nada extraño. Aunque en cuanto Kender se encaramó a la cubierta y vio a un cadáver destripado y semidevorado atado al timón, sus peores presagios se vieron cumplidos.
Antes de que pudiese dar la voz de alarma, Grisnakh ya había entrado en la bodega con su hacha de guerra orca en la mano, seguido por Ashur con una enigmática sonrisa en la boca y por Imradihl. En la retaguardia se había quedado Bunk que se encogió de hombros ante la seña del semielfo. Un gruñido rompió el silencio de la cueva.
El demonio se alzaba entre restos podridos de madera y mercancías. No era muy grande y parecía abotargado con el estómago hinchado y la piel grisácea. En cuanto vio a sus nueva víctimas se lanzó hacia adelante gruñendo. Grisnakh le dio la réplica lanzando un feroz grito de guerra que helaría el corazón de cualquiera y, sin dudarlo, atacó a la criatura. En ese momento Ashur comenzó a rezar una letanía y las bendiciones de Naxximandrias descendieron sobre el semiorco, que, literalmente hizo pedazos con su hacha a la criatura.
Pero las cosas no van a ser tan fáciles, por supuesto. Otra criatura surgió de su flanco, dispuesta a devorar al sacerdote. Pero antes de poder acercarse a a él, un perro demoniaco se materializó enzarzándose en un combate. Imradihl, tras lanzar a su bestia, agrandó su tamaño, lo que pareció sorprender a la criatura del abismo que a duras penas se pudo defender de los ataques de la maza de Ashur y las garras del hechicero.
Mientras el combate con los dos demonios se intensificaba, Bulk cargaba pesadamente contra la oscuridad. Con toda su fuerza embistió a un tercer demonio que pretendía irrumpir en el otro combate, golpeándole con su espada y manteniéndole a raya.
Grisnakh, tras destrozar al primer demonio, decapitó al segundo con un giro de su hacha, en el momento en que estaba a punto de lanzar una bocanada de veneno. Bulk intercambiaba golpes con el último demonio justo en el momento en que el afilado filo de un estoque atravesaba el corazón de la criatura. Kender se había posicionado tras la criatura sin darse cuenta y la había ensartado, literalmente.
El silencio volvió al barco. Los cadáveres de las criaturas se deshicieron en un limo asqueroso. El grupo no tardó en encontrar un portal inscrito en el barco. Imradihl confirmó que se trataba de un portal al abismo, por donde se habrían colado las criaturas, aunque el hechizo había sido otro. Probablemente alguien abrió el portal para comunicarse con un demonio y para ello sacrificó a los marineros que acabaron convirtiéndose en demonios.
Todo esto confirmaba que algunos invocadores de demonios habían llegado a las Tierras del Ocaso y se habían tomado la molestia de hacerlo desapercibidamente, tal y como Ipsolium temía. Pero todavía quedaban muchas incógnitas por resolver: ¿quién es este grupo?, ¿cómo se ha infiltrado a través de un barco mercante?, ¿qué papel juegan los esclavistas de Puerto Ahorcado?
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