martes, 14 de abril de 2015

Legado



El ejército de Lord Walhem y Ricker se alejó de Segunda Oportunidad camino de las Tierras de los Gigantes del sur. Sólo el semiorco Grisnakh les acompañaba. Si hacha, sus habilidades y sus conocimiento de la zona sería de gran ayuda a estos Hombres de los Caminos en su aventura. El resto del grupo decidió seguir otro camino, el camino del norte, hacia Puerto Ahorcado. Allí esperaban encontrar más información de los demonistas y también al Inquisidor Halvan.


Antes de partir se unió a ellos un caballero que había quedado atrás: Lord Enmanuel Van Rick. Al parecer a este hidalgo venido a menos no le interesaban las tierras salvajes y buscaba rehacer su fortuna, junto a su escudero Roddick. Una espada más no vendría mal.

Decidieron atajar por las colinas que corrían paralelas a la costa. Eran tierras ásperas e inhóspitas pero de esta manera podrían ahorrarse varias semanas de viaje y un rodeo innecesario. Además el camino les llevaba a la aldea liderada por Loddek, donde fueron recibidos como héroes.

El lugar había cambiado radicalmente en tan sólo unas semanas. Los aldeanos, que antes de la llegada de los héroes vivían atemorizados por un ogro y sus secuaces goblins, habían recuperado la ilusión y salido de sus empalizada para volver a trabajar los campos. La vida seguía siendo dura pero al menos no había un gran riesgo de muerte.

Mientras daban cuenta de un gran asado, Loddek les comentó que en los últimos días habían visto movimientos extraños. Un grupo de enanos había ido dando tumbos por las colinas de aquí allá, como si tratase de esquivar a unos perseguidores. Al final habían desaparecido en los bosques. Aunque nadie sabía de que huían.

Apenas acabó su frase, la voz de alarma sonó en la aldea y los habitantes y el grupo fueron a las empalizadas. Unos jinetes se acercaban. Imradihl y Kender los reconocieron de inmediato, eran el grupo de jinetes elfos que habían visto unas semanas antes las inmediaciones de Segunda Oportunidad. Temeroso de su procedencia, el semielfo se ocultó en las sombras dejando que sus compañeros tratasen con aquellos extranjeros.

"Humanos, ni nombre es Hyron de la Casa de Hyness, Mis compañeros y yo llevamos semanas buscando a un grupo de saqueadores enanos, perseguidos por nuestras leyes. ¿Sabéis algo de ellos? Decidnos todo lo que sabéis". Su tono era altivo y desdeñoso, como si se dirigiese a niños que deben ser educados.

Loddek no quiso entrar en problemas y contó lo que sabía, pero tanto Imradihl como Lord Emmanuel hablaron en élfico directamente con Hyron y le preguntaron el motivo de la búsqueda. Aquello pareció relajar la situación.

Al parecer los enanos habían robado algo prohibido y estaban tratando de huir. Hyron comentó que llevaba mucho tiempo dándoles caza y que sólo quedaban dos, pero les había perdido el rastro y sugirió que le ayudasen. Quizás los enanos fuesen menos cautos ante un grupo de desconocidos si estos les ofrecían ayuda. Les propuso que les hiciesen salir y les entregasen, ofreciéndoles una gran recompensa.

Ashur, con el brillo de Naxximandrias en su mirada, aceptó rápidamente. Aunque en su mente sabía que iba a ocurrir algo inesperado, olía el caos. El resto del grupo también aceptó.

Hyron asintió, pero antes de irse se dirigió en voz alta a todos la aldea.

"Os lo agradezco. Nosotros respetamos a nuestros aliados y recompensamos su ayuda, pero a los que nos traicionan, engañan o fallan..."

Uno de sus compañeros arrojó un cuerpo al suelo. Se trataba de un enano, malherido, que quedó de rodillas a los pies del elfo, quien sonrió maliciosamente

"....también reciben su recompensa". Su espada voló desde la funda, se deslizó sobre el aire y siseó mientras cortaba limpiamente la cabeza del enano. Sin mediar palabra montó y se alejó. "Esperaremos vuestra señal".

Los elfos se alejaron bajo las sombrías miradas de los habitantes de la aldea y los aventureros.

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Al día siguiente se internaron en el bosque con las indicaciones de Loddek orientándoles hacia la zona donde habían sido vistos los enanos por última vez. Tal y como esperaban, no fue precisamente un sencillo paseo. En primer lugar se internaron en un bosque denso, de terreno irregular, que les obligaba a ir a pie gran parte del camino. Además era complicado encontrar rastros.

Pero lo más peligroso sin duda eran las criaturas que moraban la espesura. Se tuvieron que abrir paso, literalmente, entra enredaderas carnívoras y un nido de arañas gigantes. No fue fácil enfrentarse a las criaturas pero rápidamente descubrieron que el mandoble de Lord Enmanuel era muy útil en combate. Tras acabar con las alimañas, encontraron al fin una pista: En las telarañas había una bolsa llena de joyas, de factura enana.

Era muy extraño que los enanos dejasen atrás ese tesoro, así que rastrearon los alrededores, pensando que habían huido de las arañas pero estaban esperando su oportunidad de volver. Y efectivamente así fue, tras una búsqueda exhaustiva dieron con los dos enanos, que, armas en ristre, se preparaban para vender cara su vida.

Se trataba de dos enanos, uno ya veterano, casi anciano que se presentó como Thergon, junto a su nieto Alarick, más joven, desconfiado y testarudo. A pesar de estar armados, eran dos contra cuatro y podían haberlos reducido con facilidad. Pero ese no era el plan.

Imradihl se alejó en el bosque, sabedor de que su presencia no contribuía, mientras que Ashur y Kender contaban toda la verdad de lo ocurrido. Desde la amenaza y posterior propuesta de alianza de los elfos, a la muerte del antiguo compañero de estos dos enanos. Y, sobre todo, les propusieron ayudarles a vengarle. Si los enanos aceptaban, prepararían una emboscada contra los elfos y les ayudarían a huir, sin perseguidores.

En un principio Alarick se mostró terco y no aceptó, alegando que él era capaz de librar sus propias batallas. Pero Thergon, con una vida de experiencia detrás, sabía que eran su única oportunidad. También sabía que todo podía ser una trampa, pero no le quedaba opción. Aceptó el trato con la única condición de que les dejasen conservar un guantelete que portaban. Era una reliquia ancestral de su familia. El resto de joyas y bienes sería para ellos.

La emboscada consistía en el factor sorpresa. Los elfos probablemente no se esperasen un ataque y por otro lado no habían localizado a Kender que se escondería en el bosque para dar el primer, y en teoría, definitivo golpe. Sin más, encendieron la hoguera para marcar su posición y esperaron.

Dos horas después, todo se puso en marcha. Fue Kender, que estaba emboscado en la espesura el primero que detectó movimiento. Tal y cómo esperaban habían enviado un explorador. Afortunadamente lo había visto. Le dejó pasar y observó como se posicionaba para cubrir el claro donde se encontraban sus compañeros y los enanos.

El explorador, tras comprobar que todo estaba bien, hizo una seña y observó como el resto de sus compañeros se adentraban en el claro. No le dió tiempo a más, un filo le desgarró la garganta sin que tuviese tiempo a hacer un sonido. Kender se deslizó hacia el resto de elfos.

Sólo habían acudido tres y tomó la voz cantante una mujer, que ordenó la entrega de los enanos. Dos de sus hombres se adelantaron y los enanos comenzaron a caminar lentamente. Uno de ellos hizo una seña con su cabeza....

Kender salió de las sombras y atacó por la espalda a la guerrera, su espada buscó su cuello pero, con una agilidad felina, consiguió apartarse en el último momento, recibiendo un golpe letal. Pero seguía en pie. El semielfo trató de darle el golpe de gracia pero se encontró con una espada élfica que bloqueaba su ataque. Lo apartó con facilidad y golpeó el costado Kender, haciéndole sangrar. Aquella mujer era rápida y hábil y su espada golpeó varias veces al ladrón.

En el bosque las cosas no iban mejor. Ashur conseguía mantener a raya al soldado elfo, pero no lograba golpearle y comenzó a retroceder. Mientras tanto Lord Enmanuel veía como su rival se apartaba a cada una de sus estocadas. No iban bien las cosas, parecía que la trampa iba a cerrarse en la dirección contraria.

En ese momento Ashur sonrió, notó como el poder del caos y el ojo de Naxximandrías se posaba sobre ellos. Lord Enmanuel dio un paso a un lado, dejó que la espada de su rival pasase de largo y golpeó con todas sus fuerzas, atravesando armadura, carne y hueso centenarios. Ashur bloqueó con su escudo otra estocada y empujó al elfo contra su nuevo compañero, que lo ensartó sin contemplación.

Kender sangraba por todas partes. La elfa se movía a su alrededor con suficiencia, ignorando sus heridas y desviando con facilidad sus estocadas. Finalmente, como una víbora, penetró sus defensas y atravesó el pecho del semielfo, que se hundía en las sombras mientras escuchaba. "Muere sucio bastardo".

Luego llegaron las carcajadas demenciales en su cabeza y la fuerza volvió a su cuerpo. Abrió los ojos y vió a Ashur implorando una extraña plegaria. Vio a Enmanuel subiendo por la colina espada en ristre. Y vió el rostro pálido y delicado de su rival, sonriente aún por su victoria.

"No", gritó mientras clavaba su espada en el cuello de la elfa, "eres tú la que muere".

Tras la batalla el claro quedó en silencio, sólo roto por la fuerte respiración de los enanos.

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