jueves, 4 de septiembre de 2014

Ambientación: Los Antiguos

Ahora que el poder de los elfos y los enanos declina, Los Antiguos se han convertido en leyendas, mitos y en dioses. Pero su historia es muy real y cambió el mundo para siempre. ¿Quienes eran y de dónde venían? ¿Cuáles eran sus motivaciones? Es algo que no se sabe y probablemente nunca sepamos ya. Sólo se conoce a diez Antiguos, que actuaban como grupo o familia. 




Hoy adorados con un panteón de dioses. Los estudiosos creen que eran criaturas que venían de otro plano, de otro mundo y que, por algún motivo, llegaron a esta existencia y le dieron forma. Los más religiosos afirman que fueron los primeros dioses, llegados para gobernar la existencia salvaje y primitiva, creada de la nada. En todo caso, su recuerdo y su influencia ha llegado hasta nuestros días y se sabe que quién reza a uno de Los Diez, obtiene sus bendiciones.

Su historia

Aunque se sabe poco de aquellos tiempos primitivos, hay tres acontecimientos que marcan la historia de Los Antiguos. Su llegada, la elección de los elfos como su pueblo y su partida.

La poca sabiduría transmitida directamente por ellos nos habla de la llegada a un mundo salvaje, lleno de caos primigenio, de monstruos y de razas primitivas y bárbaras en continua lucha. Su llegada puso orden y, sobre todo, consiguió dominar las fuerzas mágicas arcanas. Si fue su presencia quién lo hizo o ellos quienes consiguieron formular y controlar la magia, no se sabe. Pero lo cierto es que con su poder lograron que el mundo fuese menos hostil.

Su siguiente gran paso fue la elección de los elfos como Los Elegidos. El porque de este hecho todavía no se sabe, quizás vieron que los elfos estaban preparados para seguir su senda o les modificaron de alguna forma. Sea como sea, Los Antiguos se convirtieron en señores y dioses de los elfos al mismo tiempo y fomentaron su desarrollo y su civilización, consiguiendo que bajo su gobierno esta se extendiese por un mundo sin límites ya fuese a través de conquistas, dominación o simplemente imitación. 

La tercera etapa de su historia nos lleva a su Partida. El apogeo de la civilización élfica dirigida por Los Antiguos culminó en una terrible guerra global contra la raza enana, la otra civilización dominante. En el momento álgido del conflicto, ocurrió lo impensable: un enano, un mortal, derrotó y mató en combate a un Antiguo. Aquello fue el comienzo del fin de esta era ya que los Antiguos decidieron dejar este mundo. ¿Miedo, ira, pena, algún motivo mayor? No se sabe, pero estos dioses en vida trascendieron y viajaron al plano celestial, ajenos al mundo físico y material, pero, de esta manera, convirtiéndose en fuentes de poder eternas.


El culto

Han pasado ya siete siglos desde la partida de Los Antiguos y el mundo prácticamente ha olvidado que alguna vez caminaron entre nosotros. Sólo los elfos, un pálido reflejo de lo que fueron, recuerdan a aquellos que fueron sus líderes. Pero nadie ha olvidado a los dioses que pusieron orden en el mundo, y muchos, la mayoría, les siguen rezando. Por tradición o convicción. El poder Los Diez continúa vivo.

Los elfos han mantenido el culto a Los Diez, como panteón de dioses, vivo y los humanos y otras razas les siguen rezando a todos. Cada Antiguo se representa con un obelisco marcado con su símbolo de poder personal y los templos dedicados al culto completo suelen tener forma piramidal. Los ritos elfos, aunque bastante laxos y poco formales, también han ido pasando de generación en generación y sus rituales y formas de rezar se siguen utilizando hoy en día con distintas variaciones.

Pero en los últimos siglos ha aparecido un culto más individual a cada uno de los Antiguos, que representan facetas de la vida: la guerra, la magia, la muerte, la naturaleza, etc. De esta manera, aunque se respeta al resto, los más fieles rezan a su propio Antiguo y lo veneran a su manera. Aunque existen cultos organizados de esta manera, lo cierto es que suelen ser más bien pequeños, diversos y casi personales. Se suele aceptar el obelisco como símbolo del Antiguo, pero lo cierto es que, dada la variedad de culto e incluso de nombres, hay infinidad de representaciones y maneras de rezarles.

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