La horda de hombres rata cargó en el oscuro callejón, lanzando estocadas con sus puñales y mordiscos con sus babeantes bocas. Ashur prácticamente se vio sepultado por la oleada de hediondas bestias, pero su defensa a ultranza permitió que Kender danzase entre las alimañas derribándolas con su espada y Grisnakh sencillamente se dedicaba a destrozarlas con su hacha. A pesar su increíble superioridad numérica no parecían rival para ellos.